jueves, mayo 04, 2006

Las cuatro estaciones MMVI

Dios de mi vida y de mi corazón. Las cosas que escribe uno cuando se está cuchareao.

Primavera

Amarillo. La luz del día que poco vemos cuando estamos juntos.
La luz de tu lamparita de mesa que nunca apagamos. Amarilla.
Amarillo quizás es el cielo. No azul, ni blanco.
Pero el amarillo de vida. Uno que debe estar por ahí.
Tal vez es ese amarillo de la primavera, con todos los otros colores
Que te tratan tan bien.

Azul. Nada es azul, mas que el cielo cuando no es amarillo...
Tu amarillo ese de la lámpara. Azul a que de ti me enamoro.
A que te quiero un infinito, más infinito que el azul
del mar y del cielo ese y de todo el universo.
El azul de la primavera que viene con más colores que te gustan.

Y el rojo. ¡Ah! No hay rojo como en tus labios.
Rojo como el vino que bebes y la fresa que muerdes.
Rojo en el pensamiento y rojo el olor a la vida.
Si hay algo que pudiera decir lo que me gustas, sería de rojo y nada más.
El rojo de la primavera, con todos los otros colores
que hacen que me gustes tanto.
Mi mujer roja, mi bella roja,
roja del norte imponente y roja del sur en llanto.

Blanco. Es lo que pasa cuando no vemos: cuando no hay luz.
Blanco ese como el de tus sábanas que se empapan de ti desnuda.
Blanco de lo más instintivo y ardiente. Blanco claro y blanco santo.
Blanco el reflejo de nosotros cuando nos juntamos.
Blanco el tiempo que no pasa y pasa siempre.
El blanco de nuestros besos. El blanco de nuestros labios.
El blanco que te arrebato con desesperación.
El blanco que vuelve la primavera en verano y el verano en una noche eterna
Que se acaba a las cuatro o en la que te amo entera.
El blanco de la mañana cuando te despierto para obligarte a no decir nada.

No hay color en la primavera. No hay luna fría; no hay estrellas,
ni luz del día amarilla. No hay la primavera misma,
ni blanco, azul, ni rojo, sin ti, amor mío, Sin ti, María Eva.



Verano

Tomemos nuestras manos.
El camino es largo y la meta tan feliz.
Tan buena la compañía,
tan grande el fin.

Tirémonos en el césped
y contemos las estrellas
o caminemos descalzos
por las playas de tu tierra.

Dame algo de comer,
de eso que tú tienes.
Compartir ese bocado
valor terrestre no tiene.

Besémonos en silencio,
sin decir nada,
sin hacer ruido,
que no nos escuche el viento.

Si tomas mi mano
y en el césped nos tiramos,
si de comer nos invitamos,
si a rezar nos enseñamos,
y en silencio nos besamos,
no habrá camino largo
sino sonrisas en nuestros labios;
será tu vida y será la mía,
como un refresco en el verano.



Otoño

Muy pocas cosas que pueda decir
serán ese canto de la vida,
ese primoroso grito de alegría
que en mi alma asoma
y que en gozosa fruición
me arroja a este mar de locura
con sabor a ti.

Nada de lo dicho por los cantores
ni por asomo mínimo espeta
el arrebato insano e increíble
que embarga el alma mía
desde hace poco más de un año.

Un otoño no lejano
Ttrajo consigo tus ropas cayendo,
tu sonrisa y tu cariño
tus besos y caricias tímidas,
que terminaron por ser
el tónico que quería
que soñaba desde niño…
el de la mujer con pañoleta al cuello,
con mirada de señora,
la de la sonrisa de ensueño.

Nada de lo que pasó ese otoño
deja de dictarme en un secreto,
en un susurro persistente,
lo que ahora siento,
lo que procura mis sueños,
mis constantes desvelos
y mi pensamiento,
y mi yo, ese todo,
en realidad muy poco,
que en ti tiene un dueño.

Un otoño que no diría nada
sin tu sueter rojo,
sin tu yo del otro mundo
que no está permitido en el mío,
sin tu piel que desquicia,
sin tu pelo negro,
un encanto de tantos,
sin tu boca exacta,
sin tu voz perfecta,
y sin tu aliento:
la más vasta fuente anímica,
el más tóxico veneno
que mi amor paraliza…
Un otoño en que bailé contigo,
el otoño del ahora,
que no dice nada,
mas que nos amamos
con vehemencia inusual,
como si hubieran sido siglos
desde que nos conocimos.



Invierno

Antes de volar, aprender a caer se debe.
Entre el cielo y el infierno está la vida.
Nunca sin amarte vivir se puede
y solo si hay luz llamaremos al tiempo día.

Sólo después del inverno hay una primavera.
Y solo contigo el frío sin importancia queda.
Sólo mi alma a ti pertenece.
Solo con besos tus besos mi alma no perece.

Una cosa quiero yo pedirte,
después del frío invierno, un verano y primavera,
una cosa sola que el otoño no se lleva:
se mi amiga, se mi amante, se mi novia, María Eva.

Rojas acá.