jueves, octubre 26, 2006

Serendipia

Seguro que no seré el primero en descubrir algo por suerte. El azar azaroso me hizo darme cuenta de un error que estaba a punto de cometer en unos experimentos. Sucede que tenía que exponer un cultivo celular a una concentración dada de una toxina. Pues yo muy alegre voy y que le echo lo que se supone que debía echarle. La muerte celular debería ocurrir en el transcurso de las siguientes 24 hrs. Sin embargo, pa luego es pronto, las células murieron casi al instante, como si fuera caricatura...(¡y con la magia de la te-le-vi-sióooon...!). Pero bueno, al principio no sabía ni por qué había pasado. Pensé que tal vez se debía a la cantidad de vehículo que había usado (resúltase que el mismísimo vehículo es tóxico en concentraciones muy altas) o simplemente que me había equivocado de sustancia. Y efectivamente , en vez de echarle la cantidad indicada, le eché como 1000 veces más de la toxina. ¡Ah que wey! Pero bueno el punto es que me quedó el gusanito de que el resultado podía deberse al vehículo. En un experimento previo había observado que una concentración de 1 micromolar de la toxina era aun más efectiva que concentraciones como 5 ó 10 micromolar para producir muerte celular. Un poco contradictorio, aunque me apasiguaba la comezón mental al pensar que en muchos procesos biológicos las curvas dosis respuesta no son lineales. Resulto que aquella concentración de 1 micromolar iba en la cantidad más grande del vehículo en ese experimento. Las concentraciones más altas tenían una cantidad de vehículo mínima en comparación a la 1 micromolar.
Así pues decidí repetir el experimento (para mi pesar) variando las concentraciones de la toxina pero tratando de usar un volumen constante del vehículo (como Dios manda, pues´n)...y resultose que efectivamente el vehículo estaba furgoneando todo y el resultado de ese experimento previo, en el cuál iba a basar el resto de mis experimentos, era un gran artefacto.
Gracias a eso, elegí otra concentración efectiva para usar en el resto de los experimentos y no tardé mil años en terminar continuar la siguiente fase del proyecto.
Ya se: a cualquier chango parado de manos le pasa eso y lo resuelve con los ojos cerrados, con una mano y jugando yo-yo con la otra. Pero bueno, este es el diario de un neurocirujano en formación y tenía que llevar algún acaecimiento como estos. Si no les gusta la historia, que por cierto, es verídica, pos me vale.
Ahí háganle como quieran.
Rojas acá.